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    El Tesoro de los Paredones

    Muchas son las historias que corren y se difunden clamorosas por todos los rincones de nuestra tierra acerca de la campana, aquella campana que se hundiera un día en el río San Pedro, o de los viejos y derruidos paredones que en 1524 se empezaron a levantar para erigir lo que sería la iglesia de la población que se iba a fundar en aquel lugar y que estaría dedicada al apóstol San Pedro.

    Pero que debido a una terrible epidemia que hubo, misma que diezmó a la población, por lo que se tuvo que evacuar al pequeño poblado para que los sobrevivientes no contrajeran la enfermedad.

     

     

     

     

     

     

    Así pues, ese pequeño poblado fue sistemáticamente abandonado con el transcurso de los años. las casas que se habían construido se vinieron abajo, las chozas de los indios fueron quemadas, el pueblo dejó de existir, no había indicios de que ahí había estado una pequeña comunidad.

    Sólo se alzaba triste y desencantada, los muros de la iglesia que eran mudos testigos de la soledad que ya reinaba en su alrededor.

    Se dice que estos viejos paredones encierran un tesoro que fue dejado por los españoles en su precipitación de salir de ahí para no sufrir los estragos de la terrible epidemia.

     

    Pero ya sabe, se tejen historias, se inventan cuentos, corrillos de la gente, todo puede suceder en esta bella región zacateca. Y cuenta en una parte, que a un lado de los paredones existe un subterráneo que va a dar hasta donde se encuentra el fabuloso tesoro. Algunos han tenido la fortuna inmensa de descubrir la entrada y han penetrado por ella con la idea de poder cargar con todo el botín que encontrasen en el mencionado lugar, sólo que estas personas, al deslumbrarse con el brillo del tesoro las vuelve en personas decididamente codiciosas y este pequeño e insignificante detalle es su perdición, pues al tratar de tomar algún objeto, repentinamente todo aquel bello espectáculo del oro amontonado ¡simplemente ¡desaparece!, se esfuma, se vuelve humo, simplemente ya no está a los ojos del codicioso.

     

       El tesoro de los paredones sigue ahí intacto ¿se anima usted a ir a buscarlo?.

     

    Recopilada por la Profra. Francisca G. de Pérez

    1925

     

     

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